Este año en la Organización vamos a dar los “12 pasos hacia una Vida Compasiva”, siguiendo el libro del mismo nombre de la alemana Karen Armstrong.
El primer paso se llama Aprende sobre la Compasión (1). Es un paso introductorio que nos plantea el carácter amplio que tiene el libro. No se trata de hablar de la compasión sólo dentro de una tradición filosófica o religiosa, sino de mostrar cómo ella es realmente un patrimonio de la humanidad y un ideal universal desde mucho antes de Cristo.
Comienza su desarrollo desde muy pronto en la historia de la humanidad, en cada momento y cultura dentro de una tradición propia en la cual tenía un sentido profundo para contribuir a la construcción de mejores seres humanos. Por ello es importante que cada uno la pueda integrar y entender dentro de la propia tradición religiosa o de concepción de vida en la que esta tiene sentido.
La compasión tiene una base no meramente espiritual. Ese sentimiento, el amor, la gratitud y el perdón están asentados en mecanismos cerebrales y hormonas que los activan. De la misma forma, y por contraste, también los sentimientos contrarios (violencia, necesidad de alimentación, lucha, rencor, etc.) se desarrollan a partir de una parte muy antigua de nuestro cerebro. El que alimentemos, ese será el que irá prevaleciendo. Por ello es necesario ejercitarse en aquellos sentimientos que nos caracterizan como humanos e ir arrinconando aquellos otros promovidos desde nuestro viejo cerebro, que fue muy importante en un tiempo para la sobreviviencia de nuestros antepasados hace millones de años.
Entre el año 900 y 200 años antes de Cristo, hubo un florecimiento de sabios, profetas y místicos en diferentes regiones, filosofías y religiones. Para todas ellas la Compasión fue un elemento clave. En India, por ejemplo, el hinduismo, el budismo y el jainismo; el confucianismo y taoísmo en China; el monoteísmo en Oriente Medio; el racionalismo filosófico en Grecia; el judaísmo, el cristianismo y el Islam en esa misma región.
Ese denominador común de la Compasión se caracterizó de forma diversa, pero siempre apuntando a lo mismo: exclusión de los comportamientos violentos y agresivos, control del ego para superar los instintos inconscientes que esclavizas, es decir, ese “primero yo” dominante desde la antigüedad.
El camino propuesto por Buda, por ejemplo, era cultivar la compasión, la alegría y la gratitud para ir logrando la empatía con el otro y con lo otro, dirigiendo a toda creatura la alegría, la compasión, la amabilidad afectuosa y la ecuanimidad (amar a todos los seres). De esta manera se va logrando la liberación del prisma del ego para vivir sin odio ni malevolencia. La intuición crucial de Buda es: vivir de acuerdo con la moral es vivir para los demás.
Los sabios chinos, a su estilo y dentro de su tradición, se preocuparon por las potenciales implicaciones sociales y políticas de la compasión. Por ello promovieron el cultivo de la regla de oro, que en negativo era formulada “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”. La consecuencia de esta práctica, entre otras, es el no buscar el interés propio en detrimento de otros.
El judaísmo, el islamismo y el cristianismo promueven la compasión como el núcleo de su religión, hasta el punto de considerar la Compasión tanto en el Antiguo Testamento como en el nuevo, en el caso del judaísmo y cristianismo, como el resumen de todas las escrituras. Jesús formuló también la regla de oro pero en positivo: Por eso, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas. (Mt. 7,12). Además promovió el interés por todo el mundo, incluyendo los pecadores, se negó a la ley de talión (ojo por ojo y diente por diente), y practicó y fomentó la no-violencia. En el Nuevo Testamento queda claro que la religiosidad auténtica es la compasión y la misericordia: “La religión pura e intachable ante Dios Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo” (Santiago 1,27).
Así mismo, el islamismo considera, que una persona que ha hecho rendición (islam) de sí mismo a Alá (Dios), debe dar una proporción de sus ingresos a los pobres (purificación de su egoísmo), rodearse de las virtudes de la compasión y contemplar las maravillas de Alá para tener un espíritu como el suyo. El Corán (escrituras del Islam) contiene escasos textos sobre conducta en la batalla pero sí numerosos textos: de ternura, perdón, amabilidad, cortesía, amistad y tolerancia.
La Compasión, pues, es la voz misma de Dios que se ha hecho sentir a lo largo de la existencia humana y nos llama a asumirla como el núcleo más íntimo y auténtico de humanidad y de toda religión o pensamiento verdaderamente humanista.
La Compasión, pues, es la voz misma de Dios que se ha hecho sentir a lo largo de la existencia humana.
José Roberto Arango Londoño, SJ.